El titán detrás de Salma Hayek y el origen de una fortuna global
En el competitivo mundo de las finanzas globales y la alta costura, pocos nombres resuenan con tanta fuerza como el de François-Henri Pinault. Conocido en la esfera mediática mexicana principalmente por ser el esposo de la actriz veracruzana Salma Hayek, Pinault encabeza un conglomerado que define el lujo moderno. Según cifras recientes de Bloomberg, su fortuna asciende a los 31.6 mil millones de dólares. La mayor parte de este patrimonio se deriva de la participación del 41% que su familia mantiene en Kering, el gigante corporativo del cual François-Henri funge como director ejecutivo.
Sin embargo, las raíces de este imperio no nacieron en las pasarelas de París, sino en el sector maderero. La historia familiar se remonta a su padre, nacido en agosto de 1936, quien inició su trayectoria laboral en un aserradero en los años sesenta. Es un relato de superación que resuena con fuerza: el patriarca abandonó la escuela a los 16 años, cansado de las burlas de sus compañeros por su acento rural proveniente de Les Champs-Geraux, en la región de Bretaña. Esa determinación inicial transformó un negocio de madera en una potencia mundial que, tras diversas fusiones y adquisiciones —incluyendo la compra de los almacenes Printemps en 1992 y la bodega Chateau Latour un año después—, evolucionó hasta convertirse en lo que hoy conocemos como Kering.
Diversificación estratégica y el amor por el arte
El portafolio de los Pinault es una cátedra de diversificación. Además de controlar marcas icónicas como Gucci e Yves Saint Laurent, que reportaron ingresos de 17 mil 600 millones de euros en 2021, la familia posee el 29% de la marca deportiva PUMA y la línea de cruceros Ponant. A través del Groupe Artemis, también son dueños del equipo de fútbol Stade Rennais y de la prestigiosa casa de subastas Christie’s International, adquirida por mil 200 millones de dólares a finales de los noventa.
El interés de François-Henri no se limita a los estados financieros; es un ávido coleccionista de arte con más de 2 mil obras de maestros como Andy Warhol y Mark Rothko. Esta pasión se materializa en la operación de dos museos en Venecia: el Palazzo Grassi y Punta della Dogana, consolidando su estatus no solo como magnate, sino como un mecenas cultural de primer orden.
El renacer del oficio: La madera como vínculo transatlántico
Curiosamente, mientras el imperio Pinault dejaba atrás sus orígenes madereros para conquistar el mercado del lujo, al otro lado del Atlántico, en la ciudad de Rochester, Nueva York, una pequeña empresa familiar redescubría el valor del trabajo artesanal con madera, demostrando que el espíritu emprendedor florece tanto en los grandes corporativos como en los garajes residenciales.
La historia de “Hammer and Nail Studios” ilustra cómo la identidad y la pertenencia siguen siendo monedas de cambio valiosas. Un antiguo residente de Rochester, ahora radicado en Pensilvania, relató recientemente su odisea al intentar remodelar su baño. Tras enfrentarse a la homogeneidad y baja calidad de los productos plásticos ofrecidos por las grandes cadenas minoristas como Home Depot o Lowe’s, y con tiempos de entrega de un mes desde Florida, encontró en la web a este pequeño taller ubicado en la frontera del parque Durand Eastman.
La “membresía” del origen común
Al contactar a la empresa, el cliente apeló a su nostalgia y origen: “Aunque vivo en Pensilvania, todavía conservo mi número de teléfono con lada 585 y mi acento de Rochester”, escribió, solicitando prioridad en su pedido. La respuesta fue inmediata y cálida, confirmando que el ser “paisano” otorga un estatus preferencial. A la mañana siguiente, le confirmaron que no solo podía saltarse la fila, sino que su pedido era la prioridad número uno.
Este sentido de comunidad es el motor de Hammer and Nail, fundado por Teresa y Nigel Ramoutar. La pareja, ella con experiencia en gestión educativa y él ingeniero egresado del Instituto de Tecnología de Rochester (RIT), comenzó el negocio casi por accidente tras remodelar su propia casa hace cuatro años. Al no encontrar accesorios que cumplieran con sus estándares estéticos, decidieron fabricarlos ellos mismos. Con apenas un banco de trabajo y herramientas manuales en su cochera, pasaron de la necesidad a la oportunidad de negocio, desafiando a competidores masivos como Amazon con diseños de mayor calidad y costos controlados.
Innovación desde la diversidad y el futuro de la manufactura local
Al igual que la familia Pinault en sus inicios, Nigel tuvo que aprender el oficio desde cero, devorando libros de carpintería antigua y aprendiendo sobre maderas nobles como la caoba, la teca y el roble rojo en aserraderos locales. La empresa ha crecido hasta ofrecer un catálogo de 40 artículos, que van desde estantes empotrados hasta gabinetes para discos de vinilo y soportes para instrumentos musicales, muchos de ellos inspirados en sugerencias de los propios clientes.
El trasfondo cultural de los Ramoutar añade una capa más de riqueza a esta historia de éxito americano. Ambos provienen de familias inmigrantes con raíces en las Indias Orientales, que pasaron por Guyana y Trinidad y Tobago antes de establecerse en Estados Unidos. Hoy, mientras crían a sus dos hijos con platos tradicionales de curry y pescado fresco, también están a punto de recibir su primera patente.
Para Nigel, su pequeña empresa es parte de un renacimiento más amplio en Rochester. Lejos de la sombra de la quiebra de Kodak o la partida de otras grandes firmas, la ciudad vive una nueva era de innovación, con startups que van desde la robótica avanzada hasta la tecnología alimentaria. Ya sea gestionando miles de millones de euros en París o lijando madera fina en un garaje de Nueva York, el hilo conductor es el mismo: la visión de crear algo perdurable y el orgullo por el trabajo bien hecho.